Introducción
Construir el proyecto curricular entendido este como un proceso de sistematización holística e integradora de análisis sobre la enseñanza, en propuestas de diseño, pautas para la realización, evaluación y mejora de la práctica educativa, y su concreción en acciones formativas que completan la experiencia escolar del alumnado exige la participación de todos los actores educativos, corriendo el riesgo que la ausencia de alguna de sus partes nos estemos alejando de las finalidades de la educación.
Desde esta visión se debe comprenderse el desarrollo curricular como objeto dinámico, esto es, como proceso de construcción y realización del currículum, frente a otra visión anterior muy extendida de desarrollo curricular como la aplicación más o menos fiel en la práctica de la enseñanza de un producto construido en forma de diseño o planificación de la acción. En el presente ensayo se alude a la participación activa del profesor y como responsable último de aplicar el proyecto curricular, resultando imprescindible establecer una cultura en donde se le otorgue al maestro el poder de decisión sobre la visión que se tenga tanto del diseño como de su desarrollo que configura en gran medida su práctica docente.
Desarrollo
La participación del docente, interpretando a Fernández (1990)*, demanda plena conciencia del propósito educativo en sí mismo, de la apertura a la crítica y del conocimiento de su entorno en sus dimensiones étnicas, sociopolíticas, culturales, epistemológicas y psicodidácticas; concibiendo esta participación como experiencia a desarrollar en la escuela, como conjunto de experiencias de aprendizaje –
currículum como acción-; y como el currículum como plataforma para la descripción y mejora de la realidad de las clases y para la reconstrucción del conocimiento configurador de la práctica –currículum como representación de la acción-.
Por otro lado, es importante comprender que el desarrollo curricular es un proceso social en donde el maestro debe ser un agente de alta participación para retroalimentar, rectificar, ratificar, etc., y de esta manera, ajustar progresivamente el currículum formal al currículum real, ya que el currículo no es un conjunto de fichas procedimentales que sirven como instrucciones para actuar en determinadas situaciones en el proceso enseñanza aprendizaje, ya que los pasos escritos por otros insensibles a la realidad no operan mágicamente y que de su lineamiento no emana la luz que solo el docente puede mirar y convertir el proyecto curricular en modelos útiles, como profesional que toma decisiones antes, durante y después del proceso; No podemos dejar de considerar que el desarrollo es un proceso de toma de decisiones que, a priori, debe estar epistemológica y situacionalmente informado (Oberg, 1990)*.
Para que el profesor actué eficientemente en el desarrollo curricular, se espera de este una formación continua en los modelos conceptuales y los instrumentos metodológicos que garanticen la posibilidad de la reflexión sobre la práctica. Al respecto a la formación, Bernard al comentar a Ardoino -, se tiene una comprehensión mucho más amplia que aquella, más técnica, de aprendizaje o de enseñanza; que incluye, principalmente, además de los saberes y de los saberes-hacer, los saberes-ser que ponen en juego la afectividad profunda, la imaginación y el inconsciente . Desde esta visión se espera construir conocimiento sobre la propia práctica docente formativa como un movimiento lateral de su compromiso con el proyecto curricular.
Bikel (2005) en su artículo la sistematización participativa para descubrir los sentidos y aprender de nuestras experiencias refiere “La sistematización es un instrumento para conocer mejor la realidad y nuestra ubicación en ella…”. Por lo tanto se considera la sistematización como una manera de hacer una autoinvestigación acerca de nuestra propia práctica docente para transformarnos en observadores de segundo orden, mirarnos con nuestros propios ojos desde afuera para poder comprender esa realidad que nos ciega ante sus diversos antifaces que usa, alejándonos de la objetividad de la realidad, de esta manera podemos captar los esquemas de diferencias con que hemos marcado tales observaciones, trazando sus distinciones: el porqué, para qué y el cómo hemos observado, posibilitándonos la recreación y transformación de nuestro quehacer formativo en y con los demás, experimentando planteamientos renovados de su trabajo y elaborando documentos en continua revisión que recojan el conocimiento y las hipótesis de su práctica educativa en un modelo que garantice la reflexión sobre la práctica. Tareas, estas, que el profesor debe formarse.
Por ende la participación del docente en el desarrollo curricular se revela como un verdadero escenario de la formación profesional del docente cuando se dan las condiciones necesarias para garantizar la participación del profesorado en el diseño, ejecución y evaluación por lo que las escuelas se entienden como lugares de investigación de los problemas, con unos profesores comprometidos activamente en el contexto que trabajan, mediante una acción reflexiva hacia el currículum, los profesores se convierten en agentes activos del cambio educativo en sus clases y centros.
Conclusiones
La participación del docente en la elaboración del proyecto curricular debe ser concebida desde una visión del desarrollo curricular como objeto dinámico, esto es, como proceso deconstrucción y realización del currículum, abandonando la visión anterior como la aplicación más o menos fiel en la práctica de la enseñanza de un producto construido en forma de diseño o planificación de la acción.
El docente al hacer investigación antes, durante y después del proyecto curricular se concibe como una forma de aprender en el proceso. De esta manera lo más importante es la experiencia y no el resultado, como una forma de aprender en sí mismo aprender de su propia práctica, con intención de mejorarla esta y de esta manera transformarse a sí mismo como un profesional de su quehacer docente.
Así, el currículum debe darse desde lo local creándose en la práctica, cuando los profesores en sus aulas y centros de trabajo se comprometen en los procesos de enseñanza y aprendizaje. El cambio curricular es un proceso de desarrollo individual e institucional en el pensamiento y prácticas, más que procedimientos de diseño e implementación. En lugar de adaptar currículos creados o impuestos por otros, consiste en responder a las percepciones de sus contextos. Los profesores deben ser creadores e intérpretes activos del currículum, no simples implementadores.